viernes, 8 de julio de 2016

CAPITULO 12 VENGANZA



Ya estaba aburrido de matar siempre de las mismas formas, quizá parezca una locura hablar tan fácilmente de esto pero ¿Por qué no? Me gusta matar, no lo voy a negar.
Comencé a investigar sobre venenos, pero naturales, nada de laboratorio. Ciertas plantas y animales producen sus propios venenos. Como en la Patagonia de los bichos venenosos solo se puede conseguir alguna suegra por ahí, pensé en plantas. Investigue bastante hasta que di con una que crece justo y precisamente debajo de nuestras mismas narices, muy fácil de cultivar, no puedo decirles el nombre, ¿para qué darles el dato y que alguno lo use en algún acto de venganza? Prefiero quedar como el único asesino serial de la Patagonia, claro que hasta ahora nadie lo sabía. Nunca pudieron atar cabos entre los asesinatos, como hilos de un mismo ovillo. Tuve que probar este veneno, así lo hice con animales. El producto era bueno, pero no muy rápido y no tenía forma de mejorar el producto con un proceso de elaboración más perfecto, porque armar un laboratorio en casa levantaría demasiadas sospechas jaja. Se me complicaba realmente entre la cantidad de veneno y el peso del animal usado. Al no poder refinar el producto, no siempre salía igual, como de laboratorio. Alguna producción era más fuerte que otra. Entonces me decidí por hacer un destilado o como se denomina “tintura madre” del producto. El efecto era bastante traumático, bastaba con apenas apoyar el producto en la piel, que a las cuatro o cinco minutos (promedio) comenzaba con bradicardia, sudoración espesa, agrandamiento de la úvula (como si fuera reacción alérgica) mareos pronunciados, casi al desmayo. Luego de esta etapa principal seguía la de contracción muscular y caía en una hipotonía muscular donde el cuerpo quedaba laxo completamente y…la muerte. Todo esto entre cuatro y cinco minutos. Tampoco era Yiya Murano, pero podía envenenar a alguien y estar a kilómetros de distancia cuando llegara el fin.
Y llegó el día de hacer la primer prueba en humanos, esta vez elegí la venganza. Una situación de la cual habían pasado siete años ya, bastante tiempo como para levantar sospechas sobre mí. Y esa persona ya ni registraba quien era yo. Alguien que indirectamente tuvo que ver, pero nada más. Pero esta persona era cómplice de homicidio, aunque nunca se lo juzgó, pero sí al hijo, el verdadero homicida. Así que esperé, en algún momento tendría que ir a ver a su nueva mujer, sabía en donde trabajaba y solo era cuestión de vueltear un poco en una ciudad muy chica, siempre el tipo aparecía. Era cuestión de “tarde o temprano”.
Lo vi venir de lejos, esperé que entrara y me preparé para cuando saliera. Tenía muy estudiadas las cámaras de seguridad, bueno en esta ciudad no eran muchas y las conocíamos todas, aunque cada tanto las cambiara de lugar, en cualquier filmación solo verían que ese día fue el único día que estuve en esa zona, limpio como un cura en domingo. Cuando lo vi pasar por los gigantesco vidrios ahumados de la oficina encaminándose hacia la puerta, entre en escena, me choqué sin querer con él entre las dos puertas, los vidrios son tan obscuros que casi no se ve nada, ni desde las oficinas ni desde afuera, pedí disculpas y entré. Realicé un pequeño trámite y salí, todo en dos minutos. Como siempre había un policía de guardia, pero boludeando como todos los canas que por esa oficina pasan, no tienen muchas luces. Y este por suerte estaba como la gran mayoría boludeando con el celular, asi que ni me vió entrar ni salir. Tomé otro rumbo, me fui hasta un café, leí un libro de los que una biblioteca deja allí para que la clientela se deleite gratuitamente con la lectura mientras disfruta un exquisito café, un poco fuerte para mi gusto, pero quizá no tengo el estómago muy fuerte jajajajajaja.